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Ante todo debemos ponernos de acuerdo
en un postulado básico: los obsecuentes son detestables (1).
Aún aquellos que han hecho de la
profesión de alcahuete un culto extremo odian a los alcahuetes. Está claro, el
obsecuente queda descolocado ante la competencia; su entrega es absoluta y su
estructura de pensamiento no admite otra devolución que la exclusividad.
Ahora bien ¿hay dentro del universo de
los obsecuentes tipología más repugnante que la del manager obsecuente? Difícil
imaginarlo.
Tratemos de encontrar algunos atributos
de ese tipo tan especial de manager del que todos conocemos algún ejemplar.
Acompáñeme en el razonamiento, respetadísimo lector (2)…